Leer los ríos II: El Nilo

Junto a este poema personal de Ungaretti (pincha AQUÍ), de una sensibilidad moderna, tenemos poemas, relatos y textos que nos hablan de experiencias ancestrales que siguen teniendo continuidad como parte de una memoria cultural.


    Sinhué el Egipcio, desde su exilio, evoca su Nilo natal con estas palabras, que recrean lo que la historia egipcia dice del personaje:


…me impacientaba por sentir otra vez el olor a pescado frito de las calles de Tebas a la caída de la tarde, cuando las mujeres encienden los fuegos delante de sus cabañas de tierra amasada; aspiraba el sabor del vino egipcio en mi lengua y del agua del Nilo con su aroma de barro fértil. Quería oír susurrar los papiros bajo el viento primaveral, ver de nuevo el loto florecer en el borde del río, admirar las columnas policromadas con sus imágenes eternas y los jeroglíficos de los templos mientras el humo del incienso subía por entre los pilares. Tal era la locura de mi corazón


El novelista finlandés Mika Waltari, el autor de esta novela sobre el famoso personaje egipcio, nos describe el río de una forma sinestésica; evoca sensaciones, aromas, sabores y visiones -sencillas y esplendorosas a la vez- de una Tebas que bien podría ser la actual New York, con sus carritos de perritos calientes. Y también alude al loto que florece en las orillas,  y que es a su vez la forma de las columnas por las que se eleva el incienso y las plegarias de las escrituras. El río no solo es, pues, un ecosistema sino una memoria viva, pues el personaje nos revive el escenario desde su exilio.


  Además, Sinhué, al igual que Moisés, es depositado en el Nilo en una cesta de cañas, lo cual revela  la dimensión mítica del personaje, el nacer "en medio del río" (como nuestro Lázaro de Tormes) confiere al personaje una naturaleza especial: 


…ignoro la fecha de mi nacimiento, porque llegué por el Nilo en una pequeña cesta de cañas calafateada con pez, y mi madre me encontró en los cañaverales de la ribera, en el umbral de su casa, donde me había depositado la crecida del río. Las golondrinas acababan de llegar y piaban sobre mi cabeza, pero yo permanecía silencioso y me creyó muerto. Me llevó a casa y me calentó cerca del hogar y me sopló en la boca hasta que comencé a llorar…

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